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LA TRAICIÓN ALEMANA

A mediodía del 13 de diciembre de 1936, un marinero sube a cubierta a tirar los restos de cocina por la borda. Esa partida mal jugada de cartas, que le había hecho perder, ¡le acababa de salvar la vida!

El submarino C3 de la Armada Española, se encontraba a principios de la guerra patrullando las costas de Málaga, como medio de disuasión de los barcos de guerra sublevados, que se empleaban a fondo en bombardeos contra la población civil y polígonos industriales de puertos importantes de la República.

Su motor averiado, no le permitía gran maniobra, aunque de poco le hubiera servido el fatídico día en que un torpedo alemán lo parte en dos sin previo aviso. En Málaga empieza una brillante táctica de guerra submarina por parte de las fuerzas de eje y que se extendería hasta la derrota de la Alemania Nazi.

En Alemania, el almirante en jefe de la flotilla de submarinos Donitz, ordena una misión secreta para ayudar a las tropas sublevadas por los generales españoles, comandados por Francisco Franco. La hija del almirante daría nombre a la operación: Úrsula.

El Kapitänleutnant Harald Grosse, comandante del U34 recibiría la orden de patrullar la costa española y hundir los barcos afines a la República. Su primer intento es en el puerto de Cartagena, donde no consigue blanco y tiene que replegarse. Su segundo blanco sería una golosina para un submarinista, otro submarino de guerra que inocentemente reposa flotando en superficie. El C3.

Nuestros héroes

El C3, de la base de submarinos de Cartagena, no es un buque moderno, es una unidad comprada por España a la marina italiana, que son productores de submarinos económicos y eficaces, aún cuando en Cartagena, nuestro insigne marino Isaac Peral había inventado las bases de esta moderna arma submarina creando el primer submarino moderno, pero que una junta de gobierno había desestimado por no parecerle importante (malas lenguas dicen que la decisión pudiera ser motivada por ciertos sobresueldos que el comercial británico de Vickers les ofrecía, y que gana credibilidad cuando meses más tarde los ingleses publicaban el invento de su submarino, con gran parecido al de CN Peral).

 

Los submarinistas españoles que tripulaban el C3, se habían desplazado a Málaga como parte de la flotilla destacada. Todos ellos de Cartagena, convivían con sus compañeros de penurias en aquella lata de sardinas, donde los turnos para dormir en cama caliente, y las rutinas de abordo marcan la vida de un marino.

 

En cierta ocasión el telegrafista pierde una partida de cartas con el cocinero de abordo, y la apuesta le llevaría a la cubierta para deshacerse de la basura (sí amigos, así se hacía en aquellos tiempos), y es entonces cuando un estruendo enorme, sacude la estructura del buque, y una enorme columna de agua se eleva por los aires tirando al mar al comandante y un marinero.

 

Ambos observarían como la sombra de un U-Boat con insignias germanas se alejaba, y así lo hicieron constar en sus declaraciones, que una comisión del gobierno de la República desestimaría. En esos momentos no estaba el horno para bollos, y con un frente abierto en cruentas matanzas contra los militares sublevados, no iban a declarar a la Alemania Nazi de Adolf Hitler.

 

De modo que el hundimiento y la muerte de casi todos los tripulantes del C3 se silenció sin más. Lo que dio pié a que los italianos le vendieran un par de submarinos Arquímedes al General Fco. Franco que sutilmente rotuló como C3.

 

Los tratados internacionales prohibían interceder en la guerra civil española, al menos de manera directa, y mucho menos proveer de armamento tan avanzado. Pero en este caso, ambos submarinos italianos pudieron ser camuflados con la excusa del secretismo del hundimiento del C3, declarando que simplemente eran el “auténtico” C3 que se había unido a la causa fascista.

EL BUCEO

 

Las aguas malagueñas no suelen ser amables en cuanto a visibilidad, pero en esta ocasión nos percatamos que la visibilidad es pésima tan solo saltar al agua. Una baba verde lo envuelve todo, y a malas penas vemos a más de 2m. La corriente es leve, y vamos llegando lentamente al cabo de descenso, nadando por superficie desde la embarcación. Esto nos lleva un buen tiempo…

 

“…pásame la botella de deco, la otra, esa no! El scooter, la cámara…” y así vamos goteando por la popa del barco y nadando contra corriente con la ayuda del propulsor que nos permite sufrir la corriente con ciertas garantías.

 

Al final, llegamos al fondo y me percato que el fondeo ha caído lejos del pecio, dejando un surco en el fango que se pierde en la lejanía. Esto a 64m de profundidad es haber metido la pata hasta el fondo, gastas un gas precioso (y muy caro) y te vas a comer una descompresión igualmente.

 

Por suerte el fondeo se ha enganchado en una maroma y no sigue garreando, así que tenemos dos opciones, por narices, en uno de los extremos de este cabo perdido estará la red que se enganchó en el pecio del C3, así que sigo un camino que nos lleva directos a la proa del submarino, fácil de identificar por su forma cilíndrica del casco de presión y las escotillas de los tubos lanza torpedos. ¡Esto sí que es una gozada!

 

Continuamos y encontramos la vela donde el comandante y los vigías entraban y salían para escudriñar el horizonte, y donde, completamente destrozado, están el conjunto de antenas y periscopio.

 

Ahí me asomo, y descubro como del sedimento sobresale el perfil circular de la escotilla de entrada y salida al sumergible, que se encuentra cerrada… ¿cerrada? Es extraño en una nave que se encontraba en superficie y con parte de su tripulación fuera en cubierta, y además, dudo que nadie la cerrara en el hundimiento, si acaso, debiera de haberla abierto para escapar.

 

Pero eso ya son elucubraciones mías que me permitirán soñar nuevas aventuras de buceo. Ahora hay que centrarse en un ascenso bien planificado y una larga y excitante descompresión.